Por Mercedes Castillo
«…aunque se enfermen o mueran las personas con los productos que consuman, lo importante es la prosperidad del negocio y que cada día el capital aumente, así de cruel es la cosa»
La salud es lo más preciado que tiene un ser humano, si la pierde, pierde su vida. No habrá planes ni bienestar que disfrutar. Por esa razón debemos cuidarla, y los Estados están en el deber y la obligación de regular todos los productos y servicios que se lanzan al mercado para consumo de la humanidad.
No es posible que autorizen la producción y ventas de cosas que destruyan poco a poco la salud de la población.
Los organismos internacionales y nacionales de protección y preservación de la salud saben bien que el consumo de comidas chatarras, cargada de sal, azúcares, químicos, grasas saturadas y los enlatados son fatales para la salud. Sin embargo, no los prohíben. Son tan irresponsables junto con los Estados del deterioro de la salud de la población mundial y local.
Las porquerías que el mercado mundial y local nos venden y que comemos enferman a nuestras niñez, adolescentes, jóvenes y adultos. A nuestros abuelos, madres y padres. Las enfermedades aparecen rápidamente, luego la receta de cantidades de medicamentos con efectos secundarios que nos dañan más.
Las mismas dietas para adelgazar y garantizar la salud son unas perfecta ridiculez. Pues nos motivan mediante la publicidad a consumir dichas basuras, para mandarnos luego al nutricionista y al gimnasio.
Cantidades de niños cada vez más grandes padecen ya de diabetes e hipertensión. Igualmente, millones de ciudadanos del mundo padecen de dichas enfermedades y de muchas otras. Los negocios de las industrias de las comidas basuras y de la farmacéutica cada día engordan sus bolsillos a costa de la salud de la población mundial, y la gente cada vez más gastas gran parte de sus recursos en medicinas y en atenciones médicas, provocado en gran medida por la mala alimentación y ambiciones desmedidas de sus verdugos.
Somos carnes de cañón de las ambiciones desmedidas del capital y de las irresponsabilidades de los Estados y de los organismos internacionales de protección y preservación de la salud mundial, que hacen muy poco por la salud de la humanidad. Sus aportes son muy pobres, con relación a los millones de ciudadanos del mundo, cada vez más que se enferman por mal alimentarse.
La previsión o sentencia de Hipócrates, padre de la medicina: «Que tus alimentos sean tus medicinas, y tus medicinas tus alimentos», es totalmente ignorada por dichos organismos de salud y Estados.
Los ministerios de salud pública deben asumir control de los productos que van al mercado para consumo de la población y mediante programas educativos informar y oriental bien a la ciudadanía.
Definitivamente, la salud es primero que la rentabilidad de un negocio, lo otro es destruir la salud de gente. Y eso es inaceptable, pues lo más importante que tiene la humanidad, es su gente.
Ojalá, sea comprendido por todos…!!!
La autora es: Periodista y espresidente del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP)
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